Los Minnesota Vikings transitan una temporada regular marcada por la irregularidad. Nunca logró sostenerse de forma consistente, especialmente frente a rivales directos de la NFC Norte. La falta de respuestas rápidas cuando los partidos se torcieron en contra dejó expuestas limitaciones que hoy los mantienen por debajo de los principales protagonistas de la división.
En ofensiva, Minnesota alternó momentos de fluidez con caídas pronunciadas en su ejecución. La línea ofensiva fue uno de los puntos más débiles del equipo, permitiendo presión constante sobre el quarterback y condicionando el plan de juego. En partidos clave, esa fragilidad quedó en evidencia con múltiples capturas que rompieron cualquier intento de continuidad ofensiva.
Justin Jefferson atraviesa, desde lo estadístico, el año más discreto de su carrera en la NFL. La falta de tiempo para lanzar y un ataque poco estable limitaron su impacto, incluso para un receptor de élite. La dependencia de jugadas individuales terminó pasando factura y dejó a la ofensiva sin respuestas sostenidas cuando el margen de error se achicó.
Una defensa sin identidad y una división que no perdona
Del lado defensivo, los Vikings tampoco lograron imponer condiciones. La inconsistencia frente a ofensivas dinámicas fue una constante, con problemas tanto en la contención terrestre como en la presión al mariscal. Los ajustes tardíos y los errores de comunicación generaron espacios que los rivales supieron aprovechar, exponiendo a una unidad que aún busca solidez bajo el esquema de Brian Flores.
En una NFC Norte altamente competitiva, Minnesota no consiguió mantenerse al ritmo. Chicago Bears lidera la división con récord de 11-4, mientras que Detroit Lions y Green Bay Packers siguen siendo contendientes firmes semana tras semana. Con unos días por delante antes del inicio de los playoffs, los Vikings afrontan un tramo decisivo que definirá no solo sus aspiraciones inmediatas, sino también las evaluaciones de fondo de un proyecto que todavía deja más preguntas que certezas.