La historia de Todd Jay Christensen aun no tiene escrita su capítulo final, ya que aguarda por su broche de oro el ticket de ingreso al Hall of Fame, el olimpo de los jugadores inmortales de la NFL. El ala cerrada de los Raiders ganadores de dos Super Bowls entre 1980 y 1988 cuenta con todos los méritos deportivos para recibir la máxima distinción de honor de la liga para un jugador. Pero, por algún motivo, aún no ha llegado su momento.
Todd Christensen nació en 1956 en un pueblito de Pennsylvania. Sus padres fueron docentes de nivel superior y él fue educado en la fe mormona, algo que finalmente marcaría su destino universitario. Cuando Todd tenía cinco años, la familia debió mudarse a la ciudad de Eugene, sede de la Universidad de Oregon, donde su padre había obtenido la titularidad de la cátedra de Ciencias de la Comunicación.
Su temprano desarrollo físico le permitió destacarse desde muy corta edad. Los reportes de la escuela secundaria de Sheldon en Oregon mencionan excelentes marcas en atletismo y performance en baloncesto, béisbol y football. A los 16 años ya medía 1,86 y pesaba 80 kilos, y en 1974 fue seleccionado para el draft de la Major League Baseball, aunque su decisión finalmente fue seguir estudiando y jugar al football en la Universidad de Provo en Utah.
El mismo Christensen, reconoció años después que su elección por BYU (Brigham Young University) sobre las universidades de Oregon y Oregon State, quienes también le habían hecho llegar propuestas, se debió en parte a la influencia religiosa de su familia, pero también y fundamentalmente que el entrenador de BYU le ofreció jugar a la ofensiva. La destreza y versatilidad atlética fue una de sus principales características a lo largo de toda su carrera deportiva. Pero esa cualidad, le trajo también más de un inconveniente. Christensen podría haber jugado en la MLB pero prefirió el football; a su vez según el reclutamiento de las universidades de Oregon podría haber terminado jugando como guardia o tackle defensivo, pero su decisión era ser corredor (como su ídolo Tim Brown) y jugar para anotar puntos.
Llegó a BYU como fullback pero recién comenzó a tomar un papel activo en el equipo es sus últimos dos años de universidad. Fueron dos temporadas seguidas con más de 100 recepciones para más de 1000 yardas totales, y otras tantas 600 yardas por tierra.
Su excelente performance le valió ser elegido en la segunda ronda del draft de la NFL de 1978, con el pick 56 por los Dallas Cowboys.
Sin embargo, los desafíos recién comenzaban y su llegada a la NFL lo pondría nuevamente a prueba obligándolo a tomar decisiones determinantes para el futuro de su carrera.
En Dallas, en el último juego de preparación en 1978, Christensen se fracturó el pie derecho y antes de empezar a correr profesionalmente ya sabía que se perdía toda la temporada.
A su regreso en 1979 los Cowboys le propusieron jugar como ala cerrada, pero él se rehusó y su reacción lo llevó a un derrotero de casi tres años alejado de los principales reflectores de la liga.
Los Cowboys lo cortaron y los Giants de Nueva York lo tomaron en waivers. Pero nuevamente fue dejado en libertad y finalmente recayó en los Oakland Raiders, donde encontraría el éxito deportivo definitivo y se quedaría hasta el fin de su carrera.
Hacerse un lugar en el plantel de los Raiders tampoco fue fácil. Su capacidad atlética lo llevó a jugar para los equipos especiales en los primeros tres años posteriores a su incorporación y recién en la campaña de 1983, en la cuarta temporada después de su llegada al equipo pudo dar el salto de calidad e imponer números como un ala cerrada de élite.
Sin duda, 1983 fue su gran momento. Inició los 16 juegos de la temporada para Oakland, atrapó 92 pases para 1247 yardas y 12 touchdowns y se coronó campeón del Súper Bowl. Aun hoy sigue siendo una de las mejores actuaciones para un ala cerrada en la historia de la NFL.
En las campañas siguientes hasta 1986, su presencia en la ofensiva Raiders fue dominante. Recibió 349 pases para 4394 yardas y 33 anotaciones. Fue líder en recepciones de la liga dos veces, elegido los cuatro años seguidos al equipo All Pro y cinco veces seleccionado al Pro Bowl.
En un plantilla de Raiders llena de personajes con marca registrada propia como Howie Long, Cliff Branch, Marcus Allen o Jim Plunkett, el papel de intelectual y tipo serio le tocó a Todd Christensen, y eso lo convirtió en uno de los rebeldes vestido de negro y plata más particulares de todos. Su look con bigote oscuro tipo mostacho y el uso de palabras cultas citando autores y poetas famosos, hoy lo convertirían sin duda en un verdadero ícono popular.
Al final de su carrera sus estadísticas son incluso mejores que otros alas cerradas que ya tienen su lugar en el Salón de la Fama. Con 467 recepciones para 5872 yardas supera a la mitad de otros jugadores ya elegidos en el mismo puesto.
Todd Christensen falleció en 2013 luego de pelear varios años contra una grave enfermedad. Al retirarse de la práctica profesional volcó su pasión por el football hacia el periodismo y trabajó en las principales cadenas cubriendo la actividad de la NCAA y la NFL.
Su historia es un ejemplo de lucha, de perseverancia y también de adaptación, quizás por eso con seguridad, aun nos debe un capítulo más.
Empecé a seguir la NFL allá por 1989, y por el encanto que tiene la ciudad de Seattle de inmediato me convertí en fanático de los Seahawks. Escribo crónicas periodísticas y participo de los podcasts. Me obsesiona la estrategia que domina al football americano tanto dentro como fuera del campo de juego. Creo que la NFL representa al deporte del futuro en su combinación exacta de fuerza, habilidad e inteligencia.