Brady y Tampa Bay, una unión que ya sumó un anillo

8 de Febrero de 2021
Juntos, como siempre, Gronk y Brady celebran un nuevo título en la NFL. Foto: ESPN Deportes.

Qué hija de puta que es la historia. Caprichosa, da las vueltas que sólo ella quiere y a uno no le queda otra opción que ver cómo se terminan desarrollando los hechos. Para bien y para mal, algunos dicen que es hasta relajante saber que poco de lo que hagamos va a terminar afectando el devenir natural de lo que ya estaba escrito de antemano. Porque lo de Tom Brady ganando un nuevo Super Bowl (su séptimo, al que además le sumó su quinto premio al MVP) en su primer año con Tampa Bay Buccaneers, jugando como locales, no puede haber sido una casualidad. Esto ya estaba guionado. A mí no me jodan.

Lo ves celebrando en el campo de juego con sus compañeros y sentís que es la misma imagen de siempre, que ya viste, viviste y volviste a ver. No tiene un final en el horizonte. Brady, a sus 43 años, se fue de la franquicia que le había dado todo (y al revés también) y, motivado por el imperturbable deseo de seguir hablándose cara a cara con la historia, buscó nuevos destinos que pudieran darle un renovado hogar a su grandeza. Y ahí apareció Tampa, ahí apareció Bruce Arians, ahí aparecieron Todd Bowles, su socio eterno y ladero fiel Rob Gronkowski, Mike Evans, Chris Godwin, Devin White y muchos más. Y Buccaneers armó un equipazo: joven, fuerte, con mucho por delante y de la mano del mejor de la historia. ¿Qué podía salir mal? Todo, claro.

Anoche, en el Raymond James, sólo hubo un equipo en la cancha. El temible Kansas City fue apenas una sombra deambulante que nunca llegó a incomodar a Brady y compañía, que lograron anular por completo las principales armas de Andy Reid (Travis Kelce y Tyreek Hill fueron fantasmas de lo que habían demostrado en playoffs) y volvieron loco toda la noche a Patrick Mahomes, quien a pesar de su talento nato para escapar e inventar jugadas donde no las hay, sufrió en demasía la pésima noche de su línea y no pudo hacer mucho: terminó sin pases de touchdown (los Chiefs solamente anotaron a través de goles de campo) y con dos intercepciones.

Luego, si queremos profundizar en el juego en sí, podremos entrar en los detalles. Que Kansas regaló demasiado oportunidades a Tampa, que algunos de los flags cobrados por los árbitros fueron polémicos, que Mahomes no tuvo suerte y sus receptores les dejaron caer múltiples pases de entre las manos y mil etcéteras. Pero al final, el que está celebrando es (casi) siempre el mismo.

La pandemia del coronavirus sigue encendida en el mundo y Estados Unidos no es la excepción. De hecho, el estado de Florida, donde se jugó este Super Bowl, fue y es uno de los más afectados por este virus que no da descanso. En el medio de esta temporada 2020 que cerramos ayer, Tampa Bay Buccaneers consiguió su segundo anillo de la historia y poco les importará a los de Arians que haya sido con un estadio a capacidad reducida, sin la parafernalia de siempre ni los habituales y multitudinarias celebraciones. Lo importante es otra cosa.

Celebran estos Bucs y bien merecido lo tienen. Celebra también el espectador neutral, que aunque no fue una de las mejores finales del último tiempo (estuvo lejos de serla), pudo disfrutar de un nuevo campeón. Celebra Brady, que ya sabe mejor que nadie lo que significa el lujo de calzarse un nuevo anillo. Seguramente este tenga un gustito especial. Un extra. No siempre el éxito constante te acompaña en cada giro, en cada vuelta del destino. Pero a él sí, y es increíble. 

Disfrutemos de los buenos, que bastante suerte tenemos de ser contemporáneos a esto y que no nos la tengan que contar en cien años, cuando, por más que parezca imposible, la leyenda de Tom Brady será todavía más gigante de lo que es hoy.


Agustín Díaz

Agustín Díaz

Tengo un papel que dice que soy periodista. Fui prensa, trabajé en diario Olé y me sumé a No Huddle como editor. De los Colts de Peyton.